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Quando se fala em solução política para o conflito, surgem ideias diversas sobre essa possibilidade

 

La Violencia Debe Dejar de ser la Marca del Estado

por Gabriel Antonio Gaitán

 

En Colombia al hablar de solución política al conflicto, surgen muchas ideas alrededor de esta posibilidad,   tanto de quienes apoyan estos procesos, como de quienes los niegan rotundamente, porque se niegan a reconocer en la insurgencia un contradictor político legitimo.

 

Historia de violencia

La historia colombiana vergonzosamente se encuentra escrita con sangre de la violencia impuesta, por las minorías dominantes de turno, en contra del pueblo. La tradición de quienes tienen el poder en nuestro país, es matar al contradictor antes de escuchar sus argumentos; ante esta negativa el pueblo no ha tenido mas opción que resistir. Para el caso de la oposición de izquierda, su estrategia ha sido descalificarla, tergiversarla, calumniarla y amenazarla.

Aunque es evidente que la merma del conflicto armado ha contribuido de manera significativa en la reducción de la violencia socio-política, esta no ha cesado y por el contrario está en aumento como clara muestra de constituir una política de Estado. De 37 asesinatos de defensores de Derechos Humanos perpetrados en 2012, el régimen pasó a asesinar 63 en 2015.

La persecución y violencia contra lideres y defensores de derechos humanos, es de las más altas de los últimos años; solamente en lo que va corrido del 2016, se registran 539 amenazas diferenciadas, especialmente por panfletos en contra de organizaciones sociales y lideres populares.

El paramilitarismo sigue actuando bajo la sombra del Estado, con total complicidad luego de su supuesta desmovilización, según sostiene un reconocido defensor de Derechos Humanos, el sacerdote jesuita Javier Giraldo:

“El paramilitarismo ilegal, en grandes franjas, retornó muy pronto a sus acciones criminales con sus mismos objetivos, a saber: persecución a todo movimiento social o de protesta, mediante escritos de clara inspiración contrainsurgente, anticomunista y fascista; respaldo incondicional al gobierno y a sus fuerzas armadas; apoyo a las empresas transnacionales, cuya destrucción ecológica denominan “progreso”, y sustento financiero en las redes más poderosas del narcotráfico” (*).

 

Tratamiento de guerra a la lucha social

A la represión ilegal antes descrita, hay que sumar la legislación represiva y la impunidad, la ampliación del Fuero penal militar -que dotará de mayor impunidad los crímenes cometidos por las Fuerzas Armadas-, el nuevo Código de policía que criminaliza y convierte en delito la protesta de la ciudadanía; más el aumento del pie de fuerza de la policía militarizada (Esmad), como negativo mensaje para el escenario de pos acuerdos con la insurgencia, donde sin duda la efervescencia social y movilización popular crecerá.

El Esmad es un escuadrón de la muerte. Según cifras del Banco de Datos del Cinep, hasta 2014 se le atribuían 137 personas heridas y 13 muertes. Los periodistas tampoco se escapan. Según la Fundación para la Libertad de Prensa, entre 2004 y 2016, el Esmad había cometido 52 agresiones contra comunicadores, mientras realizaban su trabajo, generalmente cubriendo las protestas.

Sólo con estos casos podemos hablar de un patrón repetitivo de las clases dominantes, para solucionar los conflictos sociales y que, junto al paramilitarismo como un pensamiento enquistado en el Estado colombiano, deja más que cuestionada la voluntad de paz del régimen. Es por ello que nos preguntamos, si quienes ostentan el poder están dispuestos a resolver los conflictos de una manera no violenta.

 

Sacar la violencia de la política

Como parte de la reciente campaña mediática en contra de nuestra, están circulando por redes sociales y en diferentes regiones del país amenazas y panfletos, que nos atribuyen, en que declaran como “objetivo militar” a una u otra persona; para deslegitimar a la insurgencia y desinformar al pueblo, pretendiendo crear enemigos donde no existen.

Esos métodos de intimidación que nos atribuyen, no son propios de una organización revolucionaria. Como ELN hemos planteado la necesidad de un nuevo momento para el país, que debe ser fruto del proceso de diálogos, donde la solución de conflictos no sea por la amenaza y la violencia.

Esperamos que el gobierno deje su miedo a la participación del pueblo, deje de reprimir con violencia cruel las protestas sociales, abandone su vergonzoso pacto con el paramilitarismo y por fin escuche el clamor del pueblo, que exige ser el protagonista de los cambios que Colombia requiere.

Fonte: http://www.iela.ufsc.br/noticia/la-violencia-debe-dejar-de-ser-la-marca-del-estado

 

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